Desde temprana edad, Francisco Javier Rodríguez Suárez sintió inquietud por el diseño y la construcción, que le llevó a formarse como arquitecto. Sin embargo, no es algo que asimiló hasta ahora que ve a sus hijos Sebastián y Gustavo (de 16 y 15 años respectivamente), dibujar, crear con bloques de juguetes y desenvolverse con evidente talento en la disciplina.

Este año, Rodríguez -Suárez cumple dos décadas en la mundo de la arquitectura en Puerto Rico, celebración que selló con su más reciente distinción como “Fellow” del reconocido Instituto Americano de Arquitectos (AIA, por sus siglas en inglés), el más alto honor que un arquitecto miembro de la organización puede recibir.

Dicho reconocimiento, le fue otorgado por su aportación a la investigación, la trascendencia de su contribución e impacto en el campo académico y la práctica de la profesión. Y ahora es uno de solo nueve puertorriqueños -actualmente ejerciendo el campo de la Arquitectura en la Isla- que han recibido tan importante distinción.

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“Muchos arquitectos se dedican a la práctica de la arquitectura 100%, otros a la docencia y la investigación. En mi caso, desde muy temprano decidí que quería practicar las tres y así lo hecho, desempeñándome satisfactoriamente en todas. Esta distinción, más que nada, es un reconocimiento al buen nivel de la disciplina de la arquitectura en Puerto Rico. Donde he tenido el privilegio de colaborar con magníficos colegas y los mejores estudiantes, en un ambiente de mucha creatividad y energía. Esto es lo que nos hace ser cada vez mejores arquitectos”, manifestó sobre las razones que le hicieron merecedor del reconocimiento.

El artifice de la arquitectura fue honrado en la categoría de “Educación, Investigación, Literatura y Práctica” por su contribución en dichas áreas. A través de su ejecutoría como profesor, investigador y autor de publicaciones Rodríguez Suárez han impactado y servido de inspiración a otros en la profesión.

La noticia la recibió mientras se encontraba en el Taller de Diseño de la Escuela de Arquitectura, de la Universidad de Puerto Rico (UPR), lo que le llenó de gran satisfacción ya que es una de los escenarios donde suele desempeñarse como parte de su profesión.

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“Estoy muy agradecido, hay muchos compañeros que han sido partícipes de proyectos, publicaciones, ideas, simposios, debates, tertulias y reuniones, a quienes tengo que dar las gracias, tanto en la UPR como en ACSA y el AIA. En la industria existe un ambiente de hermandad que te mantiene con unas ganas increíbles de seguir haciendo tu trabajo, de hacerlo bien y de hacer la diferencia”, destacó.

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Por qué la arquitectura

Sobre sus razones para conducir su vida profesional dentro de la industria de la arquitectura, mencionó que “es una disciplina donde se tiene la oportunidad de hacer una diferencia, mediante la creación o transformación de espacios. También, de ver materializada aquella idea que surgió de la nada y que se plasmó inicialmente en una superficie tan simple como una servilleta”, subrayó. “Es como dedicar tu vida a un pasatiempo”.

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Asimismo, destacó que arquitectos como Jorge Rigau y Héctor Arce, más allá de haber sido sus mentores son colegas que han impactado positivamente su carrera.

“Rigau es académico y practica la profesión, al igual que yo. De su trabajo me ha inspirado su búsqueda y reconocimiento del valor de la arquitectura a través de nuestra historia. En el caso de Arce, aprecio su trabajo con la ciudad, los espacios públicos y las virtudes de la vida urbana”, acotó. Mientras, entre sus influencias a nivel internacional mencionó a Rodolfo Machado y Jorge Silvetti con quienes trabajó en Boston y le dieron la oportunidad de envolverse en una serie de proyectos internacionales.

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Sus proyectos

Al cuestionarle ¿Cuáles de sus proyectos considera los más relevantes o favoritos de su carrera?, Rodríguez Suárez se limitó a responder “el próximo”.

Además, explicó que nunca trata de imponer un estilo de arquitectura particular en sus trabajos, más bien lo describe como una arquitectura simple con influencias de grandes proyectos de lo que llaman “modernidad tropical” en Puerto Rico, el Caribe y Latinoamérica.

“Siempre trato de que cada proyecto integre el espacio público, una reinterpretación del patio interior, la plaza o esos lugares que promueven la interacción social”.

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El arquitecto también dijo que piensa más en el espacio que en el objeto arquitectónico, “en que sean proyectos que vayan más allá de la función, que haga que lo mires, que lo quieras visitar, incluso que quieras regresar”.

En cuanto a la parte investigativa, indicó que se ha dedicado al estudio de la cronología sobre la pedagogía en la arquitectura, esto incluye el cómo se llega a enseñarla disciplina, cómo llega al currículo universitario y las diferencias entre universidades públicas y privadas e institutos, entre otros.

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Para futuros arquitectos

Rodríguez Suárez señaló que al compartir su conocimiento en las aulas se contagia con la energía que transmiten los arquitectos emergentes. A su vez, esto le hace apasionarse cada vez más por las labores que desempeña y dice “nunca cambiaría lo que hago”. “Trabajo sin mirar el reloj, en ocasiones no quiero dormir o me levanto temprano para seguir creando, porque lo disfruto mucho. Es precisamente esto lo que trato de transmitir a través de cada proyecto y a mis estudiantes. Creo que cuando se encuentra algo así en la vida, no importa el trabajo que sea, merece la pena ir más allá de recibir remuneraciones o recompensas”, concluyó.